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Un partido de tenis que impresiona Chile


Formalidad ante todo. Me presento: soy Leopoldo Iturra, periodista chileno de 35 años que ha pasado la mayor parte de su carrera escribiendo sobre tenis. Un fanático del fútbol y un oportunista que gozó de las bondades de ejercer justo cuando Chile, el país de los mapochinos, de los rotos, tuvo un tenista número uno del mundo llamado Marcelo Ríos y dos campeones olímpicos, Nicolás Massú y Fernando González.
Soy fanático del fútbol, pero la vida me ha hecho ver más tenis. Y lo he visto desde Canadá hasta la Patagonia. Desde Australia hasta una serie de Copa Davis en Harare, donde nos hicieron firmar un papel en el ministerio de información de Zimbabwe que decía que aceptábamos ser encarcelados si teníamos la poca decencia de hablar mal del excelentísimo presidente Roger Mugabe, un tipo que llevaba más de dos décadas en el poder.
Aunque no lo crean, después de leer esta introducción, no me siento vanidoso. Quizá sea vanidad decir que no lo siento. Lo cito sólo para explicarles que lo que vi en una calle santiaguina hace un par de semanas (02 de octubre) impactó a un tipo que ha visto hartas cosas con raquetas, pelotas y redes.
En Chile existe la Teletón, una obra benéfica encabezada por el animador Don Francisco, famoso por su programa transcontinental llamado Sábados Gigantes -créanme, era mucho mejor cuando lo hacían modestamente en Canal 13 y sólo para Chile- que recaudó 230 millones de dólares el año pasado y que ayuda de los niños impedidos, como les llaman por acá a los pequeños con discapacidad física. Una obra que une a los chilenos, pero que también los divide entre los incondicionales y los escépticos, entre los que me incluyo después de saber cuánto cobraban los desinteresados rostros televisivos que supuestamente son el paradigma de la solidaridad.
Róbinson Méndez, No. 20 del mundo en tenis en silla de ruedas, se midió contra Fernando González en el paseo Ahumada de Santiago, la calle más concurrida del centro, a tres cuadras de la pequeña Lima, el lugar donde se reúnen los casi 70 mil peruanos que viven en nuestra capital. La idea era entusiasmar a la gente con la Teletón. La idea digámoslo, no es nueva: Federer y Nadal jugaron alguna vez en la calle 56 de Nueva York. Lo que sí fue nuevo, por lo menos para mí, fue ver lo que vi en el Paseo Ahumada.
Méndez metió un par de passing shots, ese tiro que deja sin opción al rival que está el red y que generalmente se estira esterilmente como si fuera un arquero de fútbol. Apretaba las manos y celebraba sus puntos notables. Se movía como una gacela, y eso que estaba en una silla de ruedas. El tipo contagiaba con su estusiasmo, con su garra, con su voluntad de querer ganarle al No. 6 del mundo, al finalista de Australia, al candidato al masters de Shanghai.
Ganó González por 6-2. El Bombardero de La Reina elogia a Méndez. El tenista en silla de ruedas toma el micrófono y dice: "Quiero que la gente entienda que esto no es un hobbie para mí. Es mi trabajo. Yo también soy un tenista profesional".
Debo confesar que al inicio del partido, sentí un poco de lástima. Pensé y me dije: "Pobrecito Róbinson, qué lástima que con esa muñeca no pueda jugar tenis de verdad". Al final todo cambió. Pensé que Méndez no era un pobrecito, que lo suyo era más loable que el sexto lugar en el ATP o la medalla de oro olímpica de González.
Lo suyo, lo de Róbinson Méndez, era digno, era de una grandeza inconmesurable. Era una lección para todos. La lección de un profesional ciento por ciento.

Leopoldo Iturra
Periodista de Las Últimas Noticias de Chile
Publicado 16/10/07

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