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Una columna que publicó Clarín de Argentina y queremos agradecer

El domingo 26 de agosto el colega argentino Marcelo Moreno, un periodista de aquellos, publicó en su habitual columna Disparador, del diario Clarín de Argentina, el artículo que transcribo a continuación. Con Marcelo surgió una relación que puedo definir como amistad sin temor a equivocarme, fue quien me abrió las puertas del prestigioso diario argentino para una semana de actualización profesional y fue con quien compartí la experiencia de resideñar el diario oficial El Peruano con ocasión de sus 180 años.
Por esa confianza, apenas producido el terremoto establecí un contacto con él remitiendo algunas cosas, buenas y malas, que estaban sucediendo en nuestro país en medio del dolor que nos tocó afrontar. Pretendía, además, que el mundo siga mirando al Perú y remita más ayuda para tantas familias que aún hoy esperan y demandan por auxilio, como el caso de nuestros hermanos con discapacidad. Lo que terminó publicando en la edición impresa de Clarín, el día que su diario vende un millón de ejemplares, lo leerá a continuación. Para Marcelo mi pública gratitud. (Jaime Tipe)
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Un terremoto, Malvinas y la solidaridad en la alcantarilla

Marcelo A. Moreno
Me escribe desde Lima mi amigo Jaime Tipe Sánchez, notable periodista peruano, y me cuenta las tantísimas penas y algún milagro que por estos días ocurren en esa ciudad sin lluvia, en la que deslumbra el barroco español y las culturas andinas y de una vitalidad tan a flor de piel que siendo tan antigua "luce" -como dicen lindamente los limeños- por demás joven.
Y me dice Jaime que lo primero que apareció, el mismo día que rugía el terremoto y Pisco se transformaba en un montón de muerte y ruinas, fue lo peor: los taxistas limeños notaron a la gente desesperada por llegar a sus hogares y decidieron cobrar el doble. Y, por la gran demanda, pudieron con la canallada.
Más allá del improbable número de muertos -podrían ascender a 700- hubo miles de víctimas, entre los heridos, los que se quedaron sin nada y los que llevan luto y desolación en el alma. Pero también, beneficiados. Los supermercados, por ejemplo, que vendieron 80% más de envases con agua, que tantos compraron para enviar a los que gemían de sed a cámara desde la intimidad del desastre.
Y la ayuda gubernamental a los damnificados -esto lo detalló con precisión la enviada de Clarín en la zona de Pisco- fue escasa, a destiempo y tan mal organizada que algunos de sus responsables se lo terminaron reconociendo a Carolina Brunstein.
Pero si muy cerca de Pisco explotó el terremoto, en la temblequeante Lima explotó una sensibilidad nueva. "A los peruanos se nos critica -me escribe Jaime- nuestra falta de unión y solidaridad, pero ha sido una situación extrema la que ha servido para demostrar la pasta de la que estamos hechos. En estos días en Lima nadie sabe decir no cuando hay que acudir a realizar alguna labor o hacer alguna donación".
"Hoy Lima es la sociedad perfecta: se han olvidado las clases sociales y cualquier diferencia", sigue. Al día siguiente del tembladeral pobladores de Ciudadela Pachacutec -una extensa villa miseria- arrimaron al Estadio Nacional, donde se almacena la ayuda, un micro repleto de ropa y víveres. "Son gente que tiene apenas -escribe Jaime- pero que llegaron declarando que había otros más necesitados y que allí estaban ellos para dar lo que podían."
Todo me hizo atrasar el reloj y recordar a la colecta por Malvinas: aquellos viejitos emocionados que regalaban sus anillos de bodas por TV. Y en medio de la sordidez de la trama, esa solidaridad resplandeciente que se perdió, robó o terminó vertida en las alcantarillas.
Peruanos, salvadoreños, bolivianos, uruguayos, brasileños, argentinos somos -¿qué duda cabe?- diferentes pero nos iguala la historia, los mismos depredadores, idénticas injusticias y los castigos, tan parecidos y desmesurados.
Borges, en su "Poema conjetural", le hace pensar a Francisco de Laprida, herido de muerte por los bárbaros de Aldao:
"Yo que anhelé ser otro, ser un hombre/
de sentencias, de libros, de dictámenes/
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;/
pero me endiosa el pecho inexplicable/
un júbilo secreto. Al fin me encuentro/
con mi destino sudamericano".


http://www.clarin.com/diario/2007/08/26/sociedad/s-05003.htm

Publicado 30/08/07

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