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Cuando los peruanos nos atrevemos

Cinco de la tarde, el frío puede transformarse en calor y de pronto una tarde gris tomar color. Una mutación que miles de corazones limeños han hecho posible con su arribo al Estadio Nacional llevando lo que han logrado reunir o comprar. Está demostrado, hay solidaridad entre peruanos. Sabemos acudir en auxilio de quienes más lo necesitan. Y de verdad que conmueve ver hombre y mujeres de los distritos capitalinos entregando sus donaciones para las miles de familias que perdieron todo en dos minutos de terror.
Padres Ayudando a Padres, Asociación Taskichiyperu, reunió en algunas horas prendas de abrigo y mantas que acudió a llevar a la explanada del recinto deportivo. Las familias de la Urbanización Las Flores, en San Juan de Lurigancho, respondieron de inmediato a la convocatoria. Otra muestra de las ganas de colaborar que hoy vemos con agrado se han multiplicado en el país. Nuestro arribo al estadio fue el encuentro con la mayor muestra de bondad de los peruanos.
"Solo traje estas dos botellas de agua", dice con humildad una madre de familia que toma de la mano a dos niñas. Pero ellas saben que han ofrecido lo que realmente tienen desde lo más hondo de su solidaridad. Han llegado allí desde Carabayllo. Se han apresurado en acudir a esa desesperada llamada de auxilio que se escucha en Ica, Pisco, Cañete, Chincha, Huancavelica...
"Por favor quédese a colaborar", invocan cerca de allí dos jóvenes de Defensa Civil que solicitan más manos para embalar la ayuda que comienza a desbordar la explanada del Estadio Nacional. "Mamá nos quedamos", toma la iniciativa una adolescente. Y madre e hija se ponen a trabajar. "Yo también quiero apoyar", se acerca un joven que ha dejado unos víveres que trajo desde Ate en una mochila y se suma al entusiasta grupo. "Más manos por favor", grita una voluntaria trepada a un camión. Una fila se forma de inmediato. Son decenas de chicos y chicas que inician el lento proceso de subir cientos de bolsas a los containers. La mayoría de ellos apenas se conocen, una tragedia los ha unido y es más que probable que tras horas de labor surgan muchas amistades y una experiencia que transformará su visión de la vida.
"Por aquí quienes quieran ordenar la ropa", se oye otro pedido. En esa explanada que recorren cientos de personas con bolsas y paquetes en mano nadie sabe decir no. Se forma otro grupo de voluntarios surgidos del entusiasmo más sincero que hayamos podido presenciar.
Aunque pocos estén entrenados en labores parecidas se observa orden y organización. Han podido cargar en casi hora y media dos camiones con botellas y bidones de agua que salen rumbo al Grupo Aéreo Nº8. Otro vehículo pesado está por partir a la zona del desastre con ropa, frazadas y las fatídicas bolsas para los cadáveres.
En otra zona, padres e hijos seleccionan víveres mientras unas adolescentes se trepan a los cerros de prendas de vestir para iniciar la selección de ropa junto a varios soldados. "Nos gana la noche, por favor quienes puedan venir también mañana y traer amigos y amigas, aquí los esperamos", invoca uno de los militares que apoya al personal de Defensa Civil. Ese ejército de la solidaridad se multiplicó al día siguiente demostrando que si sabemos unirnos en la tragedia y el dolor, también lo podemos hacer por causas que sean más felices. Cuestión de atreverse, como esa tarde del viernes.

Jaime Tipe Sánchez
taskichiyperu@yahoo.com

Publicado 18/08/07

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